Compararte con tu yo ideal está arruinando tu vida
Las personas necesitamos un ideal para crecer. Los ideales son visiones de un futuro mejor que nos empujan a salir de la pasividad y nos invitan a imaginar lo que podríamos llegar a ser. Son el motor del progreso personal y colectivo. Quien vive con un ideal no se conforma con lo que es, sino que lucha por superarse, por mejorar su entorno, por construir algo significativo. Esa actitud distingue al ser humano creativo, libre y valiente del conformista que se instala en la rutina, teme al cambio y desprecia a quienes intentan sobresalir. Sin ideales, no hay evolución, solo repetición. Por eso, toda transformación profunda empieza con una visión que aún no existe, pero que nos muestra hacia dónde ir.
Al mismo tiempo, es importante entender que los ideales, por definición, son inalcanzables. Son imágenes de perfección que siempre estarán un paso más adelante, y ahí radica su valor: nos guían, nos orientan, pero no están hechas para ser alcanzadas del todo. Si lo fueran, dejarían de ser ideales. Por eso, no debemos usarlos como medida para juzgarnos, sino como brújula para avanzar. Medirnos contra esa perfección constante solo nos lleva a la frustración. En cambio, si miramos nuestro propio camino, reconocemos lo que hemos avanzado y valoramos ese crecimiento, los ideales se convierten en fuente de energía, no de culpa. Evolucionan con nosotros, se renuevan, y nos permiten vivir una vida con dirección, sin dejar de disfrutar el trayecto.
¿Y si ya lo lograste… pero no te has dado cuenta?
Cuando vivimos empujados por un ideal, es fácil olvidar mirar por el retrovisor y reconocer cuánto hemos avanzado. Hace cinco años probablemente tenías metas que hoy ya alcanzaste, aunque tal vez no todas. Esto no significa que fracasaste, sino que como humanos solemos subestimar las dificultades del camino y sobreestimar lo rápido que llegaremos. En The Gap and The Gain, Benjamin Hardy y Dan Sullivan explican que las personas exitosas se enfocan en lo que han ganado, no en la distancia que aún les falta por recorrer. Cambiar esa perspectiva puede transformar nuestra confianza y motivación.
A menudo, nos juzgamos por lo que no hemos logrado o por cómo lucen los demás, olvidando que la mayoría solo muestra sus momentos bonitos. Compararte con vidas “perfectas” puede generar insatisfacción y soledad, aunque esas comparaciones se basen en una realidad incompleta. En lugar de usar a los demás como medida de tu valor, busca inspiración en quienes expanden tu visión de lo posible, especialmente si no forman parte de tu entorno inmediato. Lleva un registro de tus avances, por pequeños que sean, y cuando surja la autocrítica, cuestiónala. Enfocarte en el progreso —no en la perfección— es una forma de cuidar tu salud mental y crecer con más conciencia y libertad.
No estás estancado. Solo estás comparándote con una versión de ti que aún no existe.
El problema es que te estás comparando con alguien que todavía no existe: ese “yo ideal” es un fantasma. No refleja dónde deberías estar, sino hacia dónde aspiras llegar. Ser idealista puede volverse algo negativo si usamos esos ideales para juzgar nuestro valor o medir nuestro progreso. Los ideales, por definición, son inalcanzables. Si fueran alcanzables, no serían ideales, serían realidades. Tu yo ideal nunca llegará del todo, pero eso no significa que no debas perseguirlo. De hecho, te puede llevar mucho más lejos de lo que imaginas, siempre y cuando tengas la disciplina de medir tu progreso todos los días. La felicidad no está en el destino, sino en el camino. Y el camino se disfruta más cuando somos conscientes de cuánto hemos avanzado, y nos damos permiso de disfrutar la vista, entendiendo los obstáculos no como tragedias, sino como parte inevitable —y valiosa— del viaje.
En el libro The Gap and The Gain, los autores mencionan algo muy cierto: las últimas horas del día suelen ser las más cargadas de ansiedad o frustración. Eso nos lleva a comer impulsivamente o a perdernos en series de televisión. No hay nada malo en ver televisión —en mi experiencia, hay mucho que aprender de las historias—, pero si en lugar de frustrarnos aprovechamos ese momento para repasar el día e identificar tres cosas positivas que logramos, tres pequeños avances en dirección a nuestros ideales, dormiremos mejor y viviremos con más plenitud y satisfacción.